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Ciudad Juárez, Chih. México
18 de julio 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

“Mamá y Papá, ¿qué vamos a hacer hoy?”

Tus niños necesitan rutinas, incluso en vacaciones

“Mamá, Papá me aburro”.

“¿Ya puedo ver la tablet?”

“¿Qué vamos a hacer hoy?”

Si estas frases ya suenan en tu casa, no es casualidad. Muchos niños, cuando salen de clases, no saben qué hacer con tanto tiempo libre. Y tú, probablemente, tampoco. Lo que parece descanso, se convierte en caos. Lo que suena a vacaciones, a veces se vive como agotamiento.

Pero no es que tus niños estén malcriados, aburridos o “demasiado inquietos”. Lo que sus cerebros están pidiendo es algo básico: ritmo y estructura. En otras palabras, rutina.

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El caos del descanso sin forma

Una rutina no significa tener el día cronometrado, sino darle forma al tiempo. Cuando no hay anclas o reglas claras, los niños se desorientan. Se alteran los ciclos de sueño, pierden el apetito o se aferran a las pantallas. Y aunque estén en casa contigo, pueden sentirse en soledad y confusión.

En lugar de descanso, el día se convierte en una sucesión de “a ver qué se nos ocurre”. Y eso también agota a los adultos.

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Lo que dice la ciencia del vínculo

Desde la psicología sabemos que los niños pequeños necesitan previsibilidad. Cuando saben qué viene después, se sienten seguros.

Boris Cyrulnik, psiquiatra y autor sobre resiliencia, afirma que los niños que viven en entornos emocionalmente estables desarrollan mayor fortaleza para enfrentar la vida. Esa estabilidad no siempre viene de palabras, sino de acciones repetidas con cariño: un desayuno a la misma hora, un juego compartido, una rutina para dormir.

John Bowlby, creador de la teoría del apego, nos enseñó que el vínculo seguro se construye cuando los niños saben qué esperar de su entorno y de las personas que lo cuidan. Es decir, cuando hay constancia. Cuando lo que se promete, se cumple. Cuando la vida en casa tiene un compás predecible.

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Las rutinas no son prisión, son protección

Tener rutinas no significa vivir en rigidez. Significa darle al día una dirección. Cuando los niños puede anticipar lo que viene, baja la ansiedad, mejora el estado de ánimo y también se porta mejor. Tú también descansas más, porque no tienes que improvisar cada minuto.

Las rutinas son como el esqueleto del día: invisibles, pero necesarias para sostenerlo.

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Tres ideas para aplicar sin estrés

  1. Inicio con intención

Despertarse, cambiarse y desayunar juntos a una hora razonable da estructura al día. No importa si es más tarde que en clases, lo importante es que no sea al azar.

  • Espacio sin pantallas

Dedica al menos 30 minutos diarios a actividades fuera del celular o la televisión. Leer, jugar, cocinar o salir a caminar. No es el tipo de actividad, sino la constancia lo que marca la diferencia.

  • Ritual para cerrar el día

Un cuento, una oración, una plática tranquila. Algo que indique que el día termina. Esa repetición calma al sistema nervioso y favorece el descanso.

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Rutina también es amor

Sí, las vacaciones son para descansar. Pero no del vínculo. Porque aunque no haya escuela, tus hijos siguen necesitando sentir que el mundo tiene forma, y que tú sigues ahí, disponible, confiable.

Las rutinas no son para controlar. Son para cuidar.

Y a veces, lo que más enseña no es lo que decimos, sino lo que repetimos con ternura cada día.

Porque al final, lo que sostiene el recuerdo no es la actividad extraordinaria, sino la seguridad cotidiana.

Y eso, también es amar.

> “Cuando un niño vive en un entorno que le permite sentirse protegido, puede descubrir el mundo sin miedo.”

— Boris Cyrulnik

Psic. Eder Valdez

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