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22 de julio 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Exhumación revela posible presencia de otros cuerpos en féretro de joven decapitada en Guanajuato

Guanajuato, Guanajuato – Hace cinco años, Teresa Marmolejo López recibió el acta de defunción de su hija Dulce Alejandra, quien había desaparecido, y en el documento se leía que “fue decapitada”. El pasado martes, la Fiscalía General del Estado exhumó su cuerpo; lo único que dijeron a la madre fue que ahí podría haber “restos de al menos otras cuatro personas”, reabriendo el calvario familiar.

Dulce Alejandra era madre de un niño y una adolescente, quienes hoy tienen quince y diecisiete años. Ambos quedaron a cargo de su abuela y, dolorosamente, solo pueden ver a su madre en fotografías, siendo este un recuerdo constante de su ausencia y de la tragedia que marcó sus vidas.

Teresa Marmolejo recibió primero una llamada telefónica de la Fiscalía General del Estado; después, personal de la dependencia la visitó en su casa ubicada en Irapuato. Le informaron que se presume que en la caja mortuoria donde le entregaron los restos de su hija habría cinco personas: tres mujeres —entre ellas Dulce— y dos hombres. En entrevista Teresa recuerda que hace cinco años solo vio fotografías de los restos de su hija, pero nunca abrió el ataúd. Al insistírsele sobre lo que vio, contestó: “Yo no más vi su rostro, que fue su cara y sus dos muñecas de manos, nada más”. Luego, asegura que en la funeraria le dijeron que no podía abrir el ataúd: “A nosotros nos dijeron que no podíamos abrirla, que porque era un delito”, una restricción que ahora cobra un nuevo y doloroso significado.

Cinco años después, su herida —que aún no sanaba— se reabrió. Ha vuelto a sentir el mismo dolor que vivió por la desaparición, la entrega de los restos y el sepelio de quien ella creía que era su hija. Ahora duda que lo sea, lo que intensifica su sufrimiento. Relata que Dulce Alejandra desapareció el dieciséis de julio de dos mil veinte. Asegura que se la llevaron de Irapuato y que apareció en uno de los Apaseos cuatro días después, sin precisar el lugar exacto del hallazgo.

“Para mí fue un proceso muy terrible, porque pues es fecha que todavía no se supera su muerte. Y para que siga sufriendo uno con este mismo dolor, terrible, que vengan a salir con sus cosas de que no, no es mi hija o que me salgan con otra excusa, pues como que no es justificable”, cuestionó la señora. Explica que la Fiscalía le dijo que encontraron el cuerpo el veinte de julio de dos mil veinte, pero ella acudió a dar seguimiento a la carpeta de investigación hasta el veintisiete de agosto de ese mismo año. Fue entonces cuando le informaron de la supuesta localización, y le pidieron ver las fotografías.

Al ver las imágenes del rostro de su hija y de sus muñecas, recuerda que entró en “shock”, y quien identificó completamente el cuerpo fue su hermano, tío de Dulce. Cuando llegaron los restos, asegura que su hermana —tía de Dulce— sí identificó partes del cuerpo de la joven. Con dolor, recuerda que la sepultó el treinta y uno de agosto de dos mil veinte y que con frecuencia la visitaba en el panteón, le llevaba flores e incluso se reunían a comer en su tumba.

“Y para que ahora me salgan con que no es mi hija. Yo, de todo corazón, entrego ese cuerpo que no, no es mío, porque yo sé que es de una madre que está llorando igual que yo, está sufriendo igual que yo. Y qué mejor que regrese con su familiar, con sus seres queridos, que en algún momento lo estén buscando, y que yo lo haya tenido en una tumba que yo decía que era de mi hija”, lamenta Teresa, con la voz quebrada.

Hace cinco años, a la señora Teresa y a su nieto les tomaron muestras de ADN para identificar a su hija. Asegura que nunca les entregaron alguna prueba o evidencia de que se trataba de ella. “Ahora, esta vez que se hizo la exhumación del cuerpo (el martes pasado), me mandaron a hacer otra prueba de ADN, pero a mí nada más”, señaló. La Fiscalía del Estado le informó que en tres meses —en octubre— le estarán regresando los restos de su hija, y ella espera que ahora sí sean completos. “Yo espero que sí me regresen a mi hija, ¿verdad? Que no me salgan con alguna evasiva de que pues nada más es su rostro, y no sea lo demás”, expresó con esperanza.

Los nietos de Teresa, quienes presenciaron la desaparición de su madre, son ahora su motor. Teresa Marmolejo López recuerda que cuando se llevaron a su hija Dulce Alejandra, su nieto —entonces de tan solo diez años— lo vio todo. “Mis nietos son mis motores para seguir adelante y luchar, y seguir luchando, sobre todo para soportar este dolor que se viene encima”, comentó la señora Teresa, quien se dedica a la limpieza y montaje de eventos.

La exigencia que hace es que se reparen todos los daños que ha generado esta presunta negligencia de la Fiscalía: “Quiero que se reparen los daños, porque son psicológicos y emocionales, y más para mis hijos, que ahora digan: ‘No es mi mamá’. Este es un daño muy duro. Para uno es un proceso muy difícil seguir adelante con este dolor”.

A las madres buscadoras que aún no encuentran a sus hijos, pidió revisar bien lo que las autoridades les están entregando para que no pasen por la misma historia: “Como madre nunca voy a olvidar a mi hija, como madre nunca la voy a dejar de querer ni de llorarle. Ahora con esto, pues menos, porque es un dolor que traigo por dentro que lo voy a llevar toda mi vida. Voy a llevar toda mi vida este dolor, que espero que en realidad una madre que esté buscando a sus hijos vea y que les permitan ver a su ser querido. Ahora sí que, sea la funeraria o no, pero que permitan verlos, que les estén entregando”.

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