28°

Ciudad Juárez, Chih. México
12 de agosto 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Patrullas alineadas, viviendas en las nubes y mujeres abandonadas a su suerte

Veamos qué tan cuerera es la chucha. Así, sin rodeos, porque ayer las autoridades municipales anunciaron que ahora sí, las patrullas de Seguridad Pública deberán pasar la verificación ecológica como cualquier otro ciudadano. Después de años de circular humeando como locomotoras del siglo XIX, resulta que por fin les entró la prisa por limpiar el aire… o al menos por simular que les importa. Eso sí, no porque hayan escuchado al ciudadano, sino porque la presión política, el reglamento y la vergüenza ajena los están alcanzando.

Qué ironía, ¿no? La autoridad que multa por contaminación contaminaba con placa oficial. Y ahora que necesitan billullo, se ponen verdes… pero de pánico, no de conciencia ambiental. Bien por esta medida, aunque llega con el clásico retraso institucional que ya es marca Juárez. La pregunta que queda en el aire —además del smog, claro— es: ¿y los camiones urbanos, esos Chernóbiles sobre ruedas, para cuándo? Porque mientras una patrulla se tunea con catalizador, hay unidades del transporte público que siguen soltando hollín como dragones furiosos. La doble moral también contamina.

En otro frente, el encarecimiento de la obra residencial en Ciudad Juárez vuelve a mostrar lo desigual de nuestra economía. Aquí, edificar una casa cuesta hasta 14 % más que el promedio nacional. Los materiales están por las nubes, los terrenos valen como si fueran en San Diego, California y, al final, lo único que se construye son departamentos de 60 metros cuadrados que venden como si fueran mansiones. No porque las construcciones sean de lujo, sino porque entre la inflación, la escasez de mano de obra especializada y los márgenes inflados, la vivienda se ha vuelto un lujo imposible para el trabajador común. La paradoja es cruel: en la ciudad donde más se ensambla para exportar, menos se puede construir para habitar.

Y si en las orillas se encarece el cemento, en el corazón del Centro Histórico se trafica con lo más sagrado: personas. Esta semana se detectó un probable caso de trata de mujeres ofertadas en redes sociales, una práctica tan brutal como moderna. Lo peor de que esto pase —porque desgraciadamente ya sabemos que Juárez es un infierno para muchas mujeres— es que las autoridades siempre parecen enterarse hasta que el escándalo es inevitable. Ya no se necesita un burdel escondido ni una esquina sospechosa: basta un celular, una red social y la impunidad de siempre. Las autoridades prometen investigar, pero todos sabemos que ese “investigar” suele ser sinónimo de dejar que el tiempo lo borre todo. Y mientras tanto, las víctimas se siguen sumando a la estadística invisible.


Epílogo: ¿Las patrullas que contaminen menos protegerán más?

Juárez quiere ponerse en regla, aunque sea a empujones. Que las patrullas pasen la verificación es símbolo de un cambio tardío, como cuando el que nunca se baña de pronto compra jabón. Pero si queremos una ciudad habitable, hace falta más que parches: hay que limpiar el aire, el transporte, la justicia y la moral pública. Porque no hay verificación que alcance cuando el sistema entero está contaminado.

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