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Ciudad Juárez, Chih. México
3 de octubre 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Rubio: elogios, ofertas y exigencias

La visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, a México no fue un paseo diplomático más. Traía en su maleta mucho más que flores protocolarias: una advertencia sutil, una oferta encubierta y un desafío palpable a la soberanía.

Rubio llegó alabando la cooperación que México ha mostrado en los últimos meses contra los cárteles. “No hay ningún gobierno que esté cooperando más con nosotros”, dijo, casi como si quisiera recordarle al público que el mundo sí está mirando. También calificó la cooperación México-EE.UU. como “histórica”, destacando los últimos ocho meses como un hito en la lucha contra los cárteles, con 55 criminales entregados a EE.UU. y más intercambio de inteligencia.

Sin embargo, lo que parecía un anuncio elegante se convirtió pronto en un ejercicio de alta política fronteriza. México y Estados Unidos acordaron crear un grupo de alto nivel, un mecanismo permanente para coordinar operaciones de seguridad, migración, tráfico de drogas, armas y combustible. Pero dejaron claro algo esencial: ese diálogo se hará desde ambos lados de la frontera, sin traspasar líneas. Se anunció el “Programa de Cooperación sobre Seguridad Fronteriza y Aplicación de la Ley”, un acuerdo con un grupo de alto nivel para combatir cárteles, huachicol, tráfico de fentanilo y túneles clandestinos, todo bajo el lema de “colaboración sin subordinación”.

Rubio no omitió mencionar los aranceles ni las tensiones comerciales. En privado, abordó la urgencia de despejar barreras comerciales y regulatorias para que el flujo justo continúe. Y en público lo dijo así: “Hay que resolver las barreras del comercio”.

En la reunión, apretó a Sheinbaum para resolver obstáculos comerciales y no comerciales que frenan el intercambio en el T-MEC, desde propiedad intelectual hasta energía, donde empresas estadounidenses se quejan de competencia desleal. Trump mismo dijo que México se comprometió a abrir el mercado, según un informe de la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. de marzo de 2025. Pero aquí está el detalle: México captó 34,265 millones de dólares en inversión extranjera directa en el segundo trimestre de 2025 —un récord según la Secretaría de Economía—, y aun así, EE.UU. quiere más.

Y no olvidemos que todo viene aderezado con la amenaza implícita de Donald Trump y sus aranceles: una sombra que siempre acecha en estas negociaciones.

Lo simbólico tampoco fue menor. Rubio ofreció respaldo político justo después de que el Ejército de EE.UU. hundiera una embarcación narco en aguas internacionales. La operación fue un recordatorio del poder naval estadounidense, pero también un mensaje que retumbó fuerte.

Al mismo tiempo, México reforzaba su postura: su respuesta no era sumisión, sino una resistencia asertiva. Sheinbaum defendió la soberanía nacional y reiteró que no aceptará operativos unilaterales en territorio mexicano.

¿Qué nos dice esta reunión?

Que estamos ante un nuevo modelo de presión binacional: complejo, silencioso y multifacético. La seguridad, el comercio y la soberanía no compiten: se entrelazan. Y el resultado de ese entrelazado definirá más que el rumbo económico: podría condicionar la autonomía misma del país.

Si queremos que esta “cooperación histórica” no sea otro show, Sheinbaum debe batear con fuerza. Primero, exigir a EE.UU. que combata el lavado de dinero en sus bancos, donde el 80% de los flujos ilícitos de los cárteles se blanquean, según la DEA.

Segundo, fortalecer la seguridad con 500 millones del presupuesto federal para inteligencia civil, no solo Guardia Nacional.

Tercero, negociar comercio sin ceder: proteger Pymes mexicanas con subsidios y reducir barreras arancelarias solo si EE.UU. invierte en empleos locales.

Cuarto, crear un fondo binacional para albergues y programas como Sembrando Vida que ataquen las causas de la migración.

Y quinto, transparentar el acuerdo: publicar cada compromiso del grupo de alto nivel para que no sea otro pacto a puerta cerrada.

No cabe duda de que México ganó algunas batallas: no permitirá tropas extranjeras en su suelo. Pero también abrió puertas: extradiciones, coordinación operativa y una atmósfera negociada de cooperación estrecha como nunca antes.

Ahora la pregunta no es si podemos coordinarnos. Es cómo lo haremos sin parecer subordinados, sin ceder más de lo debido. Es repensar cómo equilibrar la necesidad urgente de seguridad con la urgencia inexorable de nuestro desarrollo económico y nuestra dignidad institucional.

Al final, esta visita fue menos sobre fotos diplomáticas y más sobre tocar temas sensibles: los intereses de una nación que sigue nadando con tiburones. Que esa sinfonía no termine desafinando nuestras prioridades nacionales.

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