El tan anunciado informe de la presidenta Claudia Sheinbaum en Juárez terminó siendo un espectáculo con más lecturas políticas que anuncios reales. Y no, no hubo guiños ni señales para los suspirantes a la gubernatura: ni Cruz Pérez Cuéllar, ni Andrea Chávez, ni Juan Carlos Loera de la Rosa. Los tres tuvieron que posar muy juntitos en una foto que quedará para el anecdotario: la imagen del “fratricidio disfrazado de unidad”. La única que logró subir al templete fue Ariadna Montiel, pero ahí no había sorpresa: es secretaria del Bienestar y, por protocolo, le correspondía estar.
El 26 de septiembre Sheinbaum aterrizó en el Estadio Juárez para su informe de gobierno, un evento que prometía unidad y terminó oliendo a cálculo puro. Con su gira nacional que parece tour artístico, eligió el diamante juarense para hablar de soberanía, programas sociales y futuro, aunque el brillo pareció reservado solo para quienes ya estaban en el templete.
Lejos de los flashes, la visita fue un tablero donde nadie ganó y todos posaron. En Morena, las aspiraciones rumbo a 2027 se notaron como invitados incómodos: presentes en la foto, pero sin aplausos. Pérez Cuéllar se quedó sin mención, Andrea Chávez no recibió foco pese a su carisma, y Loera simplemente desapareció.
Mientras tanto, la logística se volvió caos: camiones que no llegaron, accesos colapsados y reporteros que describieron la organización como un “desmadre”. El lleno visual se impuso sobre el funcionamiento real. Incluso Maru Campos, gobernadora panista, aportó camiones para inflar la asistencia y salió más aliada de la 4T que de su propio partido.
En paralelo, Daniela Álvarez, dirigente estatal del PAN, habló de “estrategia para Juárez” rumbo a 2027, pese a que el partido apenas sobrevive con una diputada local y un aparato raquítico, mientras la propia gobernadora posa como amiga de Sheinbaum.
Para rematar, Andrea Chávez huyó de la prensa cuando fue cuestionada por supuestos vínculos con “La Barredora” y Adán Augusto López. Prefirió correr antes que responder, dejando más dudas que certezas.
En Juárez, donde el sarcasmo nunca falta, la visita presidencial fue un circo sin domadores: puro cálculo político, nulas señales y un fratricidio que ya se anuncia en la foto grupal.