Empecemos por el dato que eriza la piel y revuelve el estĂłmago: en Chihuahua, las chicas de 17 años son las que más paren entre las de 10 a 17, con 1,429 nacimientos el Ăşltimo año, seguidas de cerca por las de 16 (967) y 15 (523), mientras que las de 10 a 14 suman 258 –un nĂşmero que deberĂa ser cero, pero que nos recuerda lo frágil que es la lĂnea entre infancia y maternidad forzada.
En Juárez y Parral, casos de embarazos en niñas de 11 años –con padres de 34 y 20, respectivamente– pintan un panorama de desigualdad que apesta a engaño y poder desbalanceado. Nacionalmente, el 24% de mujeres de 15 a 19 que no trabajan ni buscan empleo tienen al menos un hijo, y en Chihuahua, el 54.6% de las jóvenes en esa situación estudian, el 42.7% se dedican a tareas domésticas, y solo un 0.7% está incapacitada permanentemente.
El Fondo de PoblaciĂłn de las Naciones Unidas calcula que estos embarazos tempranos cuestan fortunas en salud y dejan a las madres fuera del mercado laboral, perpetuando un ciclo de pobreza que Juárez conoce de sobra. QuĂ© visiĂłn tan miope debe tener el sistema para permitir que 3,117 nacimientos en menores sean la norma, cuando podrĂan ser el escándalo que obliga a invertir en educaciĂłn sexual, apoyo psicolĂłgico y justicia que persiga el estupro de oficio. Porque en una ciudad donde la universidad despilfarra en conciertos y el drenaje colapsa con lloviznas, ver a niñas de 11 pariendo no es estadĂstica; es un fracaso colectivo que nos mira a los ojos y pregunta: Âżhasta cuándo?
Y si el peso de la maternidad temprana aplasta, el caso del crematorio Plenitud nos hunde en un pozo de lentitud que huele a negligencia perpetua: de los 386 cuerpos abandonados como basura en ese depĂłsito de horrores, solo 96 han sido identificados, y 63 devueltos a sus familias, mientras 30 esperan en un limbo porque nadie localiza a sus parientes.
El fiscal general del estado, César Jáuregui, admite que el proceso es largo pero constante, con expertos forenses y genéticos trabajando a marchas forzadas, y que ya hay quejas suficientes por fraude –familias que recibieron cenizas falsas– para armar un caso penal. Algunos deudos optan por el silencio, pero otros claman por justicia en urnas que guardaban mentiras.
QuĂ© tenebrosa ironĂa: en una Juárez que separa basura con orgullo y evalĂşa sindicatos maquiladores, 386 almas quedaron apiladas sin dignidad, y ahora, tras meses de escrutinio, solo un cuarto ha encontrado nombre. El desafĂo es brutal: bĂşsquedas interminables para familias dispersas, y un sistema que, pese a la promesa de aceleraciĂłn, parece diseñado para estirar el duelo como un chicle eterno. Porque si 30 cuerpos identificados yacen sin reclamo, Âżcuántos más se perderán en el olvido?
Y para no terminar en nota tan lĂşgubre, el alcalde Cruz PĂ©rez CuĂ©llar sale al quite con una declaraciĂłn que suena a consuelo barato: no habrá “cacerĂa” por falta de engomado ecolĂłgico, solo multas a partir del 2 de octubre para quienes no lo tramiten, apelando a la “conciencia ambiental” de los juarenses.
El presidente municipal insiste en que Seguridad Vial y EcologĂa no montarán retenes ni emboscadas, sino que exhortarán con paciencia a los 215 mil vehĂculos verificados de 800 mil, con el objetivo de llegar a 250 mil para recaudar 5 millones que irán al Parque El Chamizal. QuĂ© alivio saber que, en una ciudad que inunda con gotas y discute cobros del IMPI que exprimen bolsillos, el engomado se cobrará con guante de seda. Porque si no hay cacerĂa, ÂżquĂ© hay? ÂżUna campaña de buenos modales que ignore las filas eternas en centros de verificaciĂłn y el caos vial que ya colapsa?
En Juárez, donde el transporte para maquilas falla y los sindicatos aprietan salarios, este “no cacerĂa” es un guiño a la tolerancia que no tapa el hecho de que, al final, los multados –de 2,200 a 3,394 pesos– pagarán por un aire que todos respiramos. PĂ©rez CuĂ©llar, con su optimismo eterno, podrĂa usar esta suavidad para presumir conciencia, pero en una frontera que separa basura y evalĂşa prioridades, el verdadero reto no es evitar la caza; es hacer que el engomado sea un hábito, no una multa disfrazada de apelaciĂłn.