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Ciudad Juárez, Chih. México
2 de octubre 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Agua para Trump, inversiones que se evaporan y migrantes que aprenden a soñar

Claudia Sheinbaum, la presidenta que llegó prometiendo soberanía con la firmeza de un tratado blindado, se cuadra ante Donald Trump y garantiza la entrega de agua a Estados Unidos bajo el polémico Convenio de Aguas de 1944, incluso si eso significa exprimir hasta la última gota de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, porque este año dice que sí llovió bastante.

“Los gobernadores están informados y de acuerdo”, dice la doctora en su mañanera, como si el consenso de cuatro mandatarios –incluyendo a Maru Campos– borrara el hecho de que México debe ceder entre 400 y 518 millones de metros cúbicos del Río Bravo entre mayo y octubre de este año.

AMLO, con su clásico “debo no niego, pago no tengo”, al menos jugaba al póker con las cartas marcadas de la diplomacia; Sheinbaum, en cambio, dobla la apuesta y entrega el mazo entero, priorizando el cumplimiento para evitar aranceles que Trump amenaza como quien saca un revólver en una cantina.

Qué cambio tan “elegante”: mientras AMLO negociaba con astucia y retrasos creativos, Sheinbaum cumple al pie de la letra, como si el “no negociamos” que soltó en abril –cuando Trump acusó a México de “robar” agua a Texas– fuera solo un farol que se desinfló con la sequía. En Juárez, donde el Río Bravo marca la línea entre sueños y realidades, esta entrega no moja el orgullo; lo ahoga.

Porque si la presidenta se cuadra con el vecino naranja para evitar una tormenta comercial, ¿qué queda para los chihuahuenses que ven sus ríos convertidos en canales diplomáticos? Un tratado de 81 años que nos obliga a pagar deudas hidráulicas mientras el cambio climático nos deja sedientos. Qué ironía tan sedienta: Sheinbaum, la ingeniera que debería dominar el agua, la regala como si fuera un favor, dejando a Chihuahua con la cuenta y al desierto con la sonrisa sardónica.

Y mientras el agua fluye hacia el norte como un río de concesiones, la gobernadora Maru Campos se sube al podio para hablar de la importancia de la inversión extranjera en Chihuahua, ese sustento de miles de familias que, según ella, es el motor que mantiene al estado girando. En su discurso, Campos resaltó que la inversión es el pilar que genera empleos y prosperidad, con un énfasis en el talento calificado que hace de Chihuahua el líder exportador del país, fabricando 4 de cada 10 circuitos electrónicos de México.

Qué bonito suena: un estado donde el nearshoring atrae dólares como moscas a la miel y las maquilas son el corazón de la economía. Pero, un momento, ¿hace cuánto no vemos una inyección real de capital extranjero que no sea un anuncio reciclado? Porque si rascamos la superficie, la realidad pinta un panorama más árido que el desierto chihuahuense.

En el primer trimestre de 2025, la Inversión Extranjera Directa (IED) en Chihuahua cayó un 50% respecto a 2024, captando apenas 440.5 millones de dólares –el 2% del total nacional–, con 57.6% en reinversión de utilidades y el resto en nuevas cuentas que no mueven el amperímetro como antes. El segundo trimestre no mejoró mucho: 495.6 millones, liderados por Estados Unidos, pero lejos de los picos de 2023, cuando el nearshoring prometía un boom que se desinfló con la incertidumbre del T-MEC y los aranceles de Trump. ¿La última inyección significativa? Vayamos a 2024, con 1,200 millones en el año completo, pero en 2025 el estado se consolida como líder exportador con 47,551 millones de dólares acumulados hasta septiembre –un logro, sí, pero impulsado por lo viejo, no por lo nuevo.

Campos, con su retórica de “sustento de miles de familias”, parece olvidar que la IED de Q1 2025 fue la tercera más baja en un lustro, y que el 64% de la inversión reciente es solo cuentas entre compañías, no el capital fresco que genera empleos. Qué conveniente olvidar: mientras la gobernadora habla de talento calificado y competitividad, Chihuahua espera la inyección que no llega, con PyMEs maquiladoras que piden créditos y no migajas.

En Juárez, esta alabanza a la inversión suena a eco de un pasado glorioso, no a un futuro concreto. Porque si hace años que no vemos un anuncio que mueva el tablero –un proyecto que no sea reinversión de lo mismo–, el “sustento” de Campos es más discurso que dólares reales. ¿Dónde está la inversión que llene no solo exportaciones, sino bolsillos y esperanzas?

Y para no terminar en sequía económica, un soplo de frescura en el polvoriento panorama juarense: la sociedad civil y los albergues de migrantes reciben capacitación sobre acceso educativo para la población en tránsito, un esfuerzo que podría ser el puente que muchos necesitan para no quedarse varados en el limbo fronterizo.

En sesiones que reúnen a ONGs, refugios y autoridades educativas, se detalla cómo inscribir a niños y jóvenes en escuelas públicas, desde preescolar hasta media superior, con énfasis en documentos alternativos para quienes no tienen pasaporte o acta de nacimiento. La Secretaría de Educación y Deporte del Estado, junto a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, imparte estos talleres para desmitificar barreras: no se necesita CURP inmediata, solo una manifestación de la familia o tutor, y el derecho a la educación es inalienable bajo la Constitución.

Albergues como la Casa del Migrante ya aplican lo aprendido, inscribiendo a decenas de niños en clases que podrían romper ciclos de vulnerabilidad. Porque si la educación es el gran ecualizador, capacitar a la sociedad civil para abrir aulas a migrantes es invertir en futuros que no se ahogan en el Río Bravo.

En Juárez, esta capacitación es un recordatorio de que la frontera no solo separa; une, si se quiere.

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