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Ciudad Juárez, Chih. México
8 de octubre 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Cruz soñando, Velazco soñando y las cámaras de Gil Loya, soñando. El Estado de los sueños rotos

El alcalde Cruz Pérez Cuéllar, ese eterno optimista, ahora confiesa que el supuesto nuevo distrito policial en el suroriente –esa zona que, si no es la más peligrosa, compite por el podio con sus balaceras y sus sombras alargadas– depende de la caridad federal para ver la luz.

Ubicado en el bulevar Manuel Talamás Camandari, el proyecto ya tiene dos predios en la mira, pero el dinero para comprarlos brilla por su ausencia, como el asfalto en las calles después de una tormenta. La idea es mendigar recursos a través de un fondo federal y suplicar al secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, en su próxima visita –esa que llega con fanfarria pero se va dejando más preguntas que respuestas.

El suroriente, con su crecimiento poblacional que explota como palomitas en microondas y sus problemas de seguridad que van de la mano con la falta de servicios, clama por presencia inmediata: un distrito policial cerca podría ser el faro que acelere respuestas a los conflictos cotidianos, desde disputas vecinales hasta emergencias que dejan familias en vilo. Pero, ¿y si no llegan los millones? La propuesta quedará en el aire, como tantas otras, flotando en el limbo de los “proyectos viables” que Juárez conoce tan bien.

Qué visión tan limitada, o distraída, debe tener Pérez Cuéllar para no ver lo obvio: ¿qué tal si esos 10 millones que donó para los festejos de la UACJ –ese concierto millonario que desató un escándalo de denuncias– hubieran caído en este distrito? Imaginen: patrullas rodando en Talamás Camandari. El alcalde, con su habitual despiste, diría que “10 millones no nos alcanza para nada”, como si el dinero creciera en los árboles del Chamizal.

Porque el suroriente no espera visitas de Harfuch; espera patrullas que lleguen antes de que el miedo se instale para siempre. Pérez Cuéllar, si tanto aspira a perfilarse para algo más grande, que empiece por perfilar un distrito que no dependa de la suerte federal. Qué priorización tan chistosa: conciertos para la UACJ, y la policía a la espera de limosnas.

Y todavía no terminamos de sacudirnos las pintas y declaraciones de los panistas –esas que Maru Campos jura no haber visto hasta que las bardas las gritaron– cuando de pronto se aparece Manuel Velazco, el senador del Partido Verde, para vendernos el sueño de un Chihuahua “gobernado por la izquierda” que, de paso, se “pinta de verde”. ¡Vaya, qué profecía tan conveniente! Velazco, con su sonrisa de comercial de dentífrico, soltó en una entrevista que el PVEM ha crecido en el estado, especialmente en Juárez, donde el diputado Alejandro Pérez Cuéllar –hermano del alcalde morenista Cruz Pérez Cuéllar– sacó una votación “importante” en 2024.

“Sin duda Chihuahua es un estado importante para el Partido Verde, y Ciudad Juárez desde luego que también. Es una región en la que hemos crecido muchísimo, tenemos mucha militancia y en 2024 lo vimos”, presumió el senador, como si el verde fuera el color de moda en un desierto donde el azul y el guinda pelean por el control.

El PVEM planea actividades por todo el estado para “consolidar cercanía con la población del norte”, un eufemismo para decir que buscan votos en un mar de indiferencia. Qué ironía tan verde: Velazco, que en su vida ha sido más de izquierda que un cactus espinoso, sueña con teñir Chihuahua de su color mientras el partido sigue siendo rémora –o sanguijuela, para no ser suaves– de Morena, colgándose de la 4T como parásito en banquete ajeno. De ahí viene su copiosa votación del 2024, senador.

En Juárez, donde Alejandro Pérez Cuéllar es el único que medio saca la cabeza por el verde –con su votación que, a decir verdad, hizo buena campaña, pero no movió montañas–, uno se pregunta: ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano? De entrada, porque eso no le alcanza para una candidatura gubernamental… ¿de cuál verde fumó el senador Velazco?

Porque seamos sinceros, en su vida veremos a estos dos hermanos, Cruz y Alejandro, compitiendo por el mismo puesto político; uno en Morena, el otro en el PVEM, aunque sepamos que Cruz irá pintado de verde, pero ambos en el mismo barco de ambiciones que hunde a Chihuahua. Velazco, déjese de mafufadas: su partido es y sigue siendo rémora, un apéndice que sobrevive pegado al poder sin aportar más que votos prestados.

En Chihuahua el verde no pinta nada; solo mancha el panorama con promesas que se desvanecen como el humo de una fogata olvidada. Chihuahua no necesita teñirse de verde; necesita líderes que no sueñen en colores, sino que actúen en gris, resolviendo el abandono.

Y para rematar, el secretario estatal de Seguridad Pública, Gilberto Loya, anda más ocupado bailando en eventos que vigilando el estado. Mientras su equipo organiza coreografías y giras políticas, en Ojinaga la noche fue un infierno: las cámaras Centinela cayeron como moscas y fueron derribadas una por una, en una operación perfectamente coordinada.

Más de 30 equipos desactivados, cables quemados, torres destruidas. Sin un solo elemento operativo en las calles.

Lo más trágico —y a la vez ridículo— es que el sistema Centinela, que tanto presume el gobierno estatal como símbolo de inteligencia y control, no resistió ni una noche de embate. Si de por sí nadie vigila a los criminales, ahora ni las cámaras pueden hacerlo. Y mientras todo eso ocurre, Loya sigue de gira, sonrisa en rostro y pasos bien marcados, como si el estado estuviera en calma.

Ojinaga, con su frontera texana y su guerra interna, no es un caso aislado; es el espejo de Chihuahua, donde la SSPE presume operativos, pero no presencia. Y ahora sin cámaras, ¿quién le grabará los bailecitos al secretario, o ya lo bailaron?

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