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Ciudad Juárez, Chih. México
domingo 08 de junio del 2025.

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

Sarampión, ausencias y herencias del eterno nepotismo: el circo de la decadencia

Ciudad Juárez parece caminar con los zapatos cambiados: uno apunta al crecimiento y el otro se hunde en el lodo. El discurso de Cruz Pérez Cuéllar que se tiene como el oficial insiste en que la región vive una etapa de esplendor económico; los datos hacen una mueca sarcástica. El registro de patrones en el Instituto Mexicano del Seguro Social se ha desplomado: más de 1,200 empleadores han desaparecido del radar en los últimos dos años. La formalidad empresarial se nos escurre como agua entre los dedos, y con ella, las prestaciones, la seguridad social y el mínimo sentido de estabilidad laboral.

El registro de patrones en Juárez se desploma, y nadie en el gobierno, ni municipal, estatal, menos el federal, parece notarlo. No es una crisis, es un éxodo masivo disfrazado de estadística. Las empresas cierran, se van o simplemente desaparecen del radar fiscal, dejando a miles de trabajadores en el limbo. ¿El motivo? Una mezcla tóxica de inseguridad, burocracia asfixiante y la certeza de que aquí el que invierte es el que pierde. El “México competitivo” solo existe en los discursos oficiales.

Pero no se preocupen, dicen los optimistas, eso no significa que no haya empleo. Solo que ahora es más… creativo: en plataformas, en changarros informales, en maquilas donde los contratos son más endebles que el papel higiénico institucional. Es el “progreso” del nuevo bienestar, donde el trabajador importa menos que las supuestas fotos del alcalde en Los Ángeles, en una graduación.

Por si eso no fuera suficiente, ahora resulta que el Congreso del Estado y el Ejecutivo “ya despertaron” frente al desaseo histórico con el que se designan magistrados y jueces. Solo les tomó unas cuantas décadas, incontables escándalos, múltiples renuncias “voluntarias” y un cúmulo de sentencias a modo para descubrir que el Poder Judicial está capturado. ¡Felicidades! El elefante en la habitación ya tiene nombre, pero aún no sabemos si alguien tendrá el valor de sacarlo por la puerta. O, por lo menos, de dejar de alimentarlo con cuotas partidistas.

¡Qué oportuno! Justo cuando las encuestas muestran que el 80 % del país desconfía de sus jueces y que solo el 5 % saldrá a votar. Esto no es un avance democrático, es puro cálculo político: quieren lavarse la cara antes de las elecciones. La verdadera pregunta es: ¿alguien cree que los mismos que nombraron a impresentables ahora elegirán a los mejores? La justicia mexicana sigue siendo un botín, solo que ahora con maquillaje de “transparencia”.

Y ahora, como si faltara leña al fuego, llega Ronald Johnson, el nuevo embajador estadounidense. Con un currículum que parece sacado de una novela de espionaje —boina verde, ex-CIA, exembajador en el El Salvador de Bukele— no es precisamente un emisario de la conciliación. Su insinuación de posibles intervenciones militares contra cárteles, sin descartar acciones unilaterales, es una afrenta a la soberanía mexicana que huele a los peores días de la doctrina Monroe. Mientras él habla de “coordinación y colaboración”, México intuye un mensaje más claro: o se alinean con los intereses de Trump, o enfrentarán aranceles, deportaciones masivas y quién sabe qué más. La relación bilateral, que ya tambaleaba, ahora camina sobre brasas.


Epílogo: el país que se autodevora

Empresas que huyen, justicia que se vende como logro y un embajador que se suma al “bienestar”. México no necesita más discursos: necesita realidades. Pero mientras el poder siga creyendo que las palabras sustituyen a los hechos, el país seguirá siendo un espejismo de progreso que solo existe en los informes de gobierno.

Ese es el verdadero milagro mexicano: lograr que personas que huyen de la violencia, el hambre y la pobreza crean que este país será su refugio. Que no vean los hospitales sin medicinas, las escuelas sin maestros, las ciudades sin agua y los empleos sin futuro. Y que, aun así, confíen.

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