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Ciudad Juárez, Chih. México
20 de julio 2025

Dirección: Héctor Javier Mendoza Zubiate

¿Masculinidad tóxica?

Paola Rodríguez.

Estos últimos años hemos notado el crecimiento y establecimiento de campañas sistemáticas en contra de lo que colectivos entienden por “masculinidad”.

Sin embargo, a lo que ellos en realidad se refieren, no es otra cosa que un “machismo” mal llamado “masculinidad” o “masculinidad tóxica” como es usualmente señalado.

Esta contradicción y tergiversación de términos provoca un sesgo significativo en la comprensión de la complejidad del verdadero problema, y, -hay que decirlo- una demonización del sexo masculino y de su masculinidad.

La lucha que llevan a cabo estos colectivos incentiva una “desmasculinización” progresiva, intentando eliminar casi por completo la importancia de la existencia de los roles masculino y femenino, y de su impacto en el entorno social.

De hecho, bajo los supuestos que exponen estos colectivos, dejan clara la visión reduccionista del sexo masculino al grado de volver sinónimo ser hombre y ser un violador, abusador o represivo.

Su enfoque está en borrar el papel importantísimo que ejerce el varón “verdadero” y masculino en el progreso y la civilización.

Un hombre que con una masculinidad bien formada contempla la virtud como un fin para alcanzar la plenitud de su persona, y, por tanto, la plenitud en el rol que le corresponde para hacer aquello para lo que fue creado: servir.

Es fácil deducir que el problema real no está en el hombre que vive conforme su vocación natural, sino que está precisamente en aquel que carece de propósito y que ha sido deliberadamente privado de referentes y de una cultura sana.

En México existen programas y talleres que se imparten en aras de “deconstruir” la masculinidad de los hombres mexicanos, donde se parte de la premisa de que la masculinidad tradicional es en realidad una forma de opresión, poder y dominación.

Incluso, se ha utilizado a la educación pública de tal manera que los libros de texto de la SEP presentan una equiparación de la masculinidad natural con el machismo, incentivando a los niños (varones), a cuestionar el estereotipo de hombre varonil (fuerte y líder).

Evidentemente no están promoviendo ninguna educación basada en la virtud, sino en una confusión y tergiversación de lo que es ser hombre.

Estas nuevas olas de “re-pensamiento” buscan a todas luces despojar al varón de su naturaleza, llegando al punto de ofrecer como alternativa su “feminización” y “deconstrucción”.

La cuestión no es “repensar” o “redefinir” lo que es la masculinidad, sino entender e incentivar lo que -sí- es masculinidad. Una masculinidad basada en valores con un propósito claro, que entienda su diferencia con el rol femenino.

Necesitamos restaurarla y orientarla hacia su vocación natural de servicio, protección y liderazgo; despojarlos de modelos abusivos y reconocer que su posición social es insustituible para la familia y la sociedad.

Debemos, empezando por los niños, de apoyarles en la construcción de su identidad y propósito, sin feminizarlos, sino volviéndolos conscientes de la responsabilidad que conlleva ser varón.

“Un hombre bueno no es inofensivo, un hombre bueno es un hombre muy peligroso que se tiene a sí mismo totalmente bajo control” – Jordan Peterson.

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