La primera quincena de los nuevos jueces, ese experimento democrático que prometĂa un Poder Judicial renovado, se ha convertido en un arranque titubeante que deja a Chihuahua con 87 audiencias suspendidas o diferidas en solo 26 juzgados analizados.
En distritos como Bravos y Morelos, los números hablan por sà solos: 36 suspensiones en Bravos y 24 en Morelos, con juzgados como el Primero y Segundo Civil acumulando demoras que parecen más un mal chiste que una reforma seria.
Mientras algunos tribunales, como el Quinto Civil en Bravos con 311 acuerdos, intentan mantener el ritmo, otros ni siquiera publicaron listas, y cuatro juzgados completos no movieron ni una sola audiencia. ÂżLa curva de aprendizaje? Más bien un abismo administrativo que deja a vĂctimas de trata, disputas familiares y casos de narcotráfico esperando en la fila, como si la elecciĂłn popular hubiera olvidado el detalle de capacitar antes de sentar a los jueces.
En Juárez, donde 80 mil asuntos judiciales ya esperan resolución, este tropiezo inicial huele a más impunidad que a justicia del pueblo. Porque si los nuevos guardianes de la ley no pueden con su primera semana, ¿qué esperanza tienen los juarenses de ver sus casos avanzar antes de que el desierto se los trague?
Cada audiencia suspendida es un caso que se congela, una vĂctima que espera, un proceso que se empantana. Y claro, todo con la promesa de que ahora sĂ venĂan los cambios de fondo.
Y hablando de planes que se van al traste, vaya revĂ©s el que le dieron a Cruz PĂ©rez CuĂ©llar con su ansiado Grito en la Plaza de la Megabandera: unas 85 madrigueras de ardillas moteadas –o “juancitos”, como las llaman por aquĂ– obligaron a Semarnat a vetar el sitio, argumentando que el pisoteo de miles de asistentes, el ruido ensordecedor y el colapso de tĂşneles pondrĂan en jaque a estas criaturas ecolĂłgicas clave, con sus dos adultos y hasta tres crĂas por madriguera.
Profepa documentĂł cada nido con fotos y coordenadas, y el delegado de Semarnat en Chihuahua, Jorge RaĂşl Almanza Muñoz, dejĂł claro que no hay marcha atrás: el hábitat de las ardillas, que ayudan a dispersar semillas y mantener el equilibrio en El Chamizal, no se negocia. El alcalde, con su habitual optimismo, recibiĂł el oficio el viernes y, resignado, mudĂł la fiesta al Monumento a las Banderas en la avenida De las AmĂ©ricas, cerca del puente Libre, con acceso desde las 5 de la tarde, mĂşsica en vivo y artistas como Virlán GarcĂa, Alta Consigna y Los Perdidos de Sinaloa a partir de las 11 de la noche.
QuĂ© ironĂa tan chistosa: mientras PĂ©rez CuĂ©llar sueña con multitudes ondeando banderas, unas roedoras diminutas le recuerdan que hasta la naturaleza pone lĂmites a sus shows patriĂłticos. Al menos, grupos como el Frente en Defensa de El Chamizal aplauden la decisiĂłn, exigiendo que eventos como el Festival del Tequila sigan el mismo camino ecolĂłgico. En Juárez, donde el alcalde acumula ausencias, al menos las ardillas velan por el orden.
Y si el Grito de este año se frustra por ardillas, recordemos con profunda tristeza aquel de 2010, un eco de terror que aĂşn eriza la piel en esta ciudad marcada por la violencia. JosĂ© Reyes Ferriz, alcalde entonces, dio el Grito solo en el salĂłn de Cabildo, a puerta cerrada y custodiado por EjĂ©rcito y policĂa, sin un solo ciudadano en las calles, porque el miedo reinaba supremo.
Amenazas directas, incluso desde El Paso, obligaron a esta ceremonia fantasma, mientras Juárez cerraba el año con 3,116 homicidios –la cifra más alta de su historia–, jornadas de 20 muertes diarias y tragedias como la masacre de 15 estudiantes en Villas de Salvárcar o la ejecución de Marisela Escobedo. El coche bomba en el Centro, que mató a cuatro –incluyendo a un médico de la Cruz Roja y dos federales–, y el antecedente de las granadas en Morelia en 2008, con ocho muertos y más de 100 heridos, sellaron un clima de toque de queda voluntario, donde la gente se quitaba logos de camisetas para no identificarse y reportaba su llegada a casa como un ritual de supervivencia.
Hoy, con 50 mil asistentes en celebraciones masivas, Juárez ha cambiado, pero ese Grito marcado por el miedo nos recuerda que la paz es frágil. Porque, al final, lo que marca la diferencia entre un Grito memorable y uno que duele no es la pirotecnia ni los artistas ni mucho menos el escenario: es la capacidad del Estado para proteger a su gente. Y en eso, seguimos quedando cortos.